Empezaré resaltando que no soy muy fan del género bélico para señalar a continuación, sin embargo, que apoyo las palabras de todos esos críticos y espectadores que han considerado 1917 como una de las mejores cintas de 2019. Sin duda, y posiblemente influenciado por algunos videojuegos, Sam Mendes ha creado una auténtica experiencia inmersiva en un campo de batalla desolado que pone la piel de gallina gracias a la épica y sobrecogedora banda sonora de Thomas Newman. Recordaré, además, que el año pasado nuestro cine nos dejó también otro magnífico ejemplo de inmersión (a escala diferente) en La trinchera infinita.
Rodada con la voluntad de ser un único plano secuencia, la película se convierte en la odisea vital de un soldado (reservado, pero magnífico, George MacKay al que descubrí en El secreto de Marrobone (2017) de Sergio G. Sánchez) en su camino por cumplir la misión que le han encomendado.
Contemplando el horror de la Primera Guerra Mundial y sus trincheras, que el cine ha plasmado en otras obras como Senderos de gloria (1957); Caballo de batalla (2011); Testamento de juventud (2014) y ahora 1917, uno no puede dejar de interrogarse sobre el devastador (y a su vez inspirador) efecto que produjo en un jovencísimo Tolkien a la hora de diseñar su mágico y prolijo universo literario de la Tierra Media, como reflejó Dome Karukoski en su correcta, y en absoluto desdeñable, Tolkien (2019).
El otro día comenté por un grupo de WhatsApp a propósito de una fotos sobre los incendios de Australia que compartieron que, pese al dolor que despertaban en mí, no podía dejar de apreciar la belleza de algunas de esas instantáneas, a lo cual una persona me increpó que no entendía qué podía ver yo de hermoso en una tragedia de semejante calibre. Entiéndaseme, ni soy pirómano ni me alegra lo que está sucediendo en aquel continente. Sin embargo, el arte, ya sea pictórico, musical, fotográfico o cinematográfico, es capaz de aislar una desgracia como esta o como la de una guerra hasta hacerla trascender. Piénsese en Los fusilamientos del 3 de mayo (1814) de Francisco de Goya, por ejemplo.
[…] no tuvo ningún inconveniente en iniciar la Segunda Guerra Mundial después de los desastres de la Primera (e incluso de la misma gripe de 1918) o de comenzar la Guerra de Vietnam después de la Segunda o […]
Me gustaMe gusta