Dos años después del estreno de El guardián invisible (2017), basada en la primera novela de la exitosa Trilogía del Baztán de Dolores Redondo, y coincidiendo además con la publicación de su precuela, La cara norte del corazón, Fernando González Molina vuelve a colocarse detrás de las cámaras en esta emocionante secuela. Si aquella obra (cuya trama se inspiraba en El cebo (1958) de Ladislao Vajda) pasó algo desapercibida por la cartelera, su subida a la plataforma Netflix ha conseguido que muchos espectadores que no se acercaron a ella en su momento lo hagan ahora. A todo aquel interesado en explorar las relaciones intertextuales le animo a revisar el clásico de Vajda, donde hallará importantes conexiones con El guardián invisible y ese curioso entrelazamiento de la realidad con la fantasía (cuentos y leyendas), crucial a la hora de identificar al asesino. Viendo El cebo, uno llega a entender la categoría de clásico que ha adquirido al haber servido de referente a otros artistas como Stephen King y la famosa escena del barquito de papel con la que se iniciaba It.
Que González Molina es un maestro del oficio cinematográfico no es ningún secreto pues, junto con Juan Antonio Bayona, Alejandro Amenábar, Alberto Rodríguez y Rodrigo Sorogoyen, es uno de los realizadores del panorama nacional actual que quizá represente mejor esa manera de hacer y entender el cine en Hollywood, una manera, también hay que decirlo, criticada por algunos que alardean de preferir un cine más de «autor». En el caso de Rodríguez y Sorogoyen, ambos cineastas han sido capaces de adaptar con notable éxito el modelo de thriller norteamericano a la idiosincrasia española en La isla mínima (2014) y Que Dios nos perdone (2016), respectivamente.
Volviendo con González Molina, todos sus trabajos (entre los que destacan 3 metros sobre el cielo (2010), Palmeras en la nieve (2015), El guardián invisible (2017) y ahora Legado en los huesos) sobresalen técnicamente por su impecable fotografía (atención al comienzo de Legado… con esa hermosa y misteriosa postal nevada del Elizondo del siglo XVII) y la banda sonora (si Pablo Alborán compuso el tema de Palmeras en la nieve por el que recibió un merecido Goya, ahora tenemos la canción Luz y sombra de la triunfita Amaia Romero) además de interpretativamente al reunir en sus películas a un rico y variado elenco de artistas.
En esta segunda entrega, otra Amaia, la inspectora Salazar (contenida y luminosa Marta Etura) debe regresar al valle del Baztán para investigar unos nuevos y oscuros asesinatos, inducidos por alguien que se hace llamar «Tarttalo» (cíclope antropófago que aparece en algunas leyendas de Navarra), unos crímenes que, como en su anterior caso, vuelven a guardar conexiones con su traumática infancia y la complicada relación que mantenía/mantiene con su terrorífica madre, Rosario, interpretada, en su versión joven, por Miren Gaztañaga y, en su versión adulta, por Susi Sánchez, ambas estupendas. A propósito de esto quisiera recordar el injusto boicot que sufrió la primera parte a raíz de las declaraciones poco acertadas de Gaztañaga «contra» los «españoles» en un programa de la cadena ETB, episodio que los Javis supieron trasladar con el ingenio y el sentido del humor reivindicativo que les caracteriza al primer episodio de la segunda temporada de Paquita Salas en un maravilloso alarde de metaficción. Y es que patriotismo no implica que no puedas ser crítico con tu país, aunque esto daría pie a un interesante debate que no procede ahora.
La mitología, en este caso la vasconavarra, y las creencias/supersticiones religiosas vuelven a ser elementos imprescindibles en la resolución del caso, como sucede en algunas novelas de John Connolly, William Hjortsberg, Dan Brown, Mario Vargas Llosa (Lituma en los Andes), en la película Seven de David Fincher o en series como True detective de Cary Joji Fukunaga y Frontera verde, creada por Diego Ramírez Schrempp, Mauricio Leiva-Cock y Jenny Ceballos. De igual forma, ese frondoso y brumoso paisaje termina por convertirse en un personaje más de la historia. Rodadas conjuntamente la segunda y la tercera cinta, Ofrenda a la tormenta será estrenada dentro de tres meses en marzo de 2020, siguiendo el modelo que ya inauguró la saga Millenium.
Hace poco hablaba en una entrada de El silencio de la ciudad blanca, de Daniel Calparsoro, película que me entretuvo pese a algunos defectos que le achaqué como la irregular dosificación en el suministro de información. ¿Es posible que su director confiase demasiado en que los potenciales espectadores hubiesen leído previamente el material de partida de Eva García Sáenz de Urturi? Sin duda, ese defecto aparece superado con creces en Legado en los huesos, aportándonos, como El guardián…, reveladores y acertados flashbacks que nos ayudan a conocer y ahondar mejor en el origen de los conflictos que sufren los personajes. Porque el exceso de información puede subrayar excesiva e innecesariamente subestimando la capacidad deductiva del espectador (más si cabe todavía en el género negro), pero su ausencia puede generar lagunas injustificadas, aquí todo está medido y cada pieza encaja a la perfección hasta lograr una gran película con entidad propia que nada tiene que envidiar a las grandes superproducciones norteamericanas.
[…] Sin duda esta era una de esas cintas que no quería perderme este año junto con It capítulo dos, Legado en los huesos y el todavía no estrenado remake de Mujercitas de Greta Gerwig. Sé que puede sonar absurdo, pero […]
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[…] ser una persona normal), el musical (La llamada), el drama (La trinchera infinita), el thriller (Legado en los huesos) y el terror. Aunque, como casi prácticamente en todo, este es un género donde hemos ido a la […]
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